LIBERTAD
No he
descubierto tu aliento a café por las mañanas, me dijo, muy ausente. Era como si
hubiera estado pensando en esa única frase semanas o meses. Las palabras,
recién nacidas, salieron de su boca como una manada de pájaros perezosos. La
miré y pensé que era una extremidad más de mi cuerpo. Quise acariciarla. Y ese
momento de intimidad nos pilló desprevenidos. Ella se levantó, tan desnuda, y
empezó a vestirse deprisa. Yo seguía mirándola, pensando que había sido un buen
polvo. Que difícilmente iba a encontrarme con una mujer así. Soy poco
atractivo.
Se llamaba
Esther y tenía los ojos como dos botones negros. Redondos. Era toda redonda,
infinita, verdadera. Hoy hace dos años. Leo a Villon con una vela. Los policías
juegan a cartas.
---
No hay comentarios:
Publicar un comentario